La caída de Muamar el Gadafi en Libia en octubre de 2011 provocó un éxodo masivo de sujetos armados que hasta entonces estaban al servicio del dictador libio. Este éxodo contaba con tintes islamistas que se fueron consolidando rápidamente si bien, las pretensiones iniciales de este grupo armado eran más político-económicas que religiosas.
Esta grupo armado entró por el norte de Mali arrasando con todo poder (escaso) maliense y llegando incluso a Tombuctú donde estableció un pseudocalifato. Ante esta avalancha de los ya llamados terroristas islamistas, el presidente IBK solicitó solicitó ayuda a la Francia de François Hollande quien en “tiempo record”, apenas unos días pudo organizar una operación logistica que desembocó en un desembarco ingente de una Fuerza Militar francesa que no solo detuvo el avance islamista sino también produjo su retirada hacia el norte de Mali, tierra de prácticamente nadie.
Esta foto pertenece a esta tierra-de-casi-nadie, donde los islamistas campaban a sus anchas en 2021. Y es que a pesar de las operaciones francesas Serval y luego Barkhane con coste de hasta 3.5 millones de euros/día los terroristas, podría decirse, que poseían un corredor que les permitía vivir en zonas remotas del norte de Mali, casi frontera con Argelia, donde bajo las siglas de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) atacaban con frecuencia cualquier convoy de las Fuerzas Malienses (FAMA) quienes pretendían recuperar un terreno marcado en los mapas como Mali, aunque la realidad es bien distinta.
Quiero dedicar estas líneas, a un buen amigo maliense que perdió su vida defendiendo unos colores y una religiónque eran factores fundamentales en su vida. Tras abatir a varios terroristas cayó alcanzado por un disparo en la cabeza. Dejó mujer y varios hijos, alguno de ellos de muy corta edad. Perdimos a un buen soldado y mejor padre de familia cristiana maliense, mi amigo Keme.
Mali vive inmerso en una aventura turbulenta, con idas y venidas de elementos armados entre los que se cuentan los milicianos de Wagner, detectados en el norte del país desde mediados de 2018. Han sido éstos los que quizás han provocado que las tropas francesas, que no contaron con la simpatía del Coronel Goita, en el poder tras el golpe de estado de 2020, salieran de Mali en febrero del año pasado. Y es que las materias primas y las tierras raras pueden suponer una mejor excusa para estar en Mali que garantizar la paz mundial. Así, las insignias han cambiado, no así los motivos de estar ahí. Veremos qué ocurre ahora tras el descabezamiento de Wagner y la muerte de su cúpula en un “accidente” de avión sin causas oficiales.
Quizás ahora los gobiernos golpistas de Mali, Burkina y Níger se hayan quedado sin el apoyo de Wagner, o quizás ese apoyo siga, pero en otras manos, más oficialistas y menos privadas.
Francia parece que no ha dicho su última palabra y quizás los EE.UU. aún no han empezado a hablar concretamente en la zona. Y mientras tanto la poderosa China sigue haciendo negocio.
Si mi amigo Keme levantara la cabeza, quizás no se hubiera embarcado en aquél pick-up Toyota que le costó la vida.
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